La huella que dejas
8/11/20251 min read


Solo quedará la forma en que tocaste otras vidas
Algún día solo seremos eso: un recuerdo.
Una ráfaga suave en la memoria de alguien. Una carcajada, una mirada, una frase que hizo bien.
Y entonces, todo lo que hoy creemos urgente —las notificaciones, los correos sin abrir, la ansiedad por llegar— se volverá polvo en la balanza.
Ni la marca del móvil, ni el cuerpo esculpido, ni el saldo que tanto cuidamos tendrá ya ninguna relevancia.
Porque, al final, lo que permanece no es lo que tenías, sino cómo hiciste sentir a quienes se cruzaron contigo.
¿Recuerdas a alguien que te hizo llorar de risa?
¿O ese abrazo que te sostuvo cuando no sabías cómo seguir?
Eso es lo que queda. El tono con el que decías “te quiero”. La paciencia. La forma de mirar cuando escuchabas de verdad.
Por eso, mientras sigas aquí, vive.
No desde el miedo, sino desde el alma.
Permítete ser más suave, más humano.
Abrazar sin motivo. Sonreír aunque nadie te lo pida. Agradecer el pan, el cielo, el café con alguien. Hablar desde el corazón, aunque tiemble la voz.
No esperes a que todo encaje. No pongas la vida en pausa.
El momento perfecto no llega: se construye con lo que hay.
Porque lo único eterno es la huella.
Y esa no se compra. Se cultiva.